miércoles, 23 de abril de 2008

2º DE BACHILLERATO (LITERATURA UNIVERSAL)

ARANTXA OLAVARRIETA
¿PERO LA HUMILDAD EXISTE?

Yo sé que soy como soy, que no tengo igual. Ahora si yo estoy segura de que soy inigualable, es posible que el resto de personas que no se parecen a mí sean similares entre sí. Miré, estudié y medité. No, no somos iguales, cada uno es único en sí mismo. ¿Entonces por qué me dijeron que sería mejor persona si conociera la humildad? Yo ya era mejor persona, no tenía igual.


SÍ SEÑOR TENGO COMPLEJO DE EDIPO.

Me llamo Alberto, tengo 46 años y vivo con mi madre. Ella es lo mejor que nadie se ha podido encontrar en este mundo. Muchas veces me han preguntado qué es lo que ella me da para que no mire al resto de la población femenina. La verdad es que si me pongo a pensar no encuentro respuesta, mejor me quedo con ella, no sea que a riesgo de intentar encontrar algo parecido, con lo único que me quede sea con mi complejo.


¿DE VERDAD QUE TÚ TRABAJAS?

Busco y busco trabajo, pero no encuentro nada. Siempre es lo mismo: no tengo trabajo porque no tengo experiencia y no tengo experiencia porque no tengo trabajo.
LA EXTRAÑA DEL TREN A MEDIANOCHE.

Vestía de rojo intenso, color demasiado inadecuado para una jovencita de la época victoriana. Qué podría hacer ella sola en la estación de Haverston sin que nadie la escoltara; su belleza no era algo terrenal pues su piel era incluso mas pálida que la luna; al mirar sus ojos me perdí en un profundo mar azul. Pese a su juventud su rostro estaba marcado por el dolor y la resignación. Me decidí, debía escuchar su voz, tenía que tocar su piel de alabastro. Entonces ella saltó a la vía y yo desperté.


¿YO LOCA? Y QUÉ.

Mis tres amigas y yo, que viven dentro de mí, decidimos que era hora de hacer caso a las voces que oíamos en la cabeza. ¿Tan malo sería acabar con Esteban con 56 puñaladas en el estomago, 13 patadas en la cabeza y 2 puñetazos en la mandíbula? No me importa que me encierren por ello y no me interesa el resto del mundo, mis tres amigas y yo.
LUÍS ALBERTO MARTÍNEZ BERMÚDEZ
Un problema vital

Su problema duraba más de un año. Y hoy alcanzaba su punto más trágico. El gran caudillo sufría de hemorroides. Sentado en uno de sus retretes, las gotas de sudor corrían por su frente como balas que perforaban su memoria. Recordaba a los cientos de personas que había asesinado, a los cientos de niñas que había violado, las enormes sumas de dinero que había robado y la penosa situación en la que había dejado a su país. También se preguntaba por qué él, un ser insignificante, bajito, calvo, feo, y con voz de pito, había conseguido atraer a esas masas ignorantes y logrado que sus lacayos le guardaran esa lealtad perruna.


Muerte accidental en un supermercado

Y murió. Murió asesinado por un chico casi desesperado pero aún consciente de sus actos. Y no sabía qué había producido esa reacción. Quizá la turbación de ideas, el cansancio, la desesperación, la angustia por ese cúmulo de gentes, cada una particular y diferente, pero todas con la intención de gastar y gastar, o quizá ese olor insoportable, mezcla entre perfumes caros y el pescado fresco del día, o quizá fue esa traje y esa corbata que lo diferenciaba de la masa insignificante. Pero el caso es que murió. Y murió atropellado por un carrito de la compra.

Mañana lo dejo

Iba como todas las tardes de camino al trabajo. Un oficio nada convencional, poca gente se atrevía a hacerlo. Pero él mostraba orgulloso su capacidad artística a cambio de poco dinero. Paseando por una calle abarrotada en la gran ciudad, recordó de repente al cura que le quiso educar, al jefe que un día le quiso ordenar y pensó en el mundo de la prostitución. Pintó su cara y se puso su traje negro, y un sombrero con dos monedas, ya se sabe que el dinero llama al dinero. Estaba convencido de que tenía que buscar un trabajo mejor.

Así funciona el refrán

Estaba totalmente convenció de que era inmortal, o por lo menos casi. Utilizaba a menudo el refrán “Lo que no mata engorda” para saciar su gula. No murió por comer esos alimentos putrefactos, murió por obesidad mórbida.

Un deseo irrefrenable

Deseaba conocer a la gente. Había cambiado, y lo había hecho para bien. Quería ser mejor persona, intimar con diferentes personas, estar al tanto de sus inquietudes, sus sueños, observar las distintas personalidades. Pero eso sí, estaba convencido de que las apariencias engañan, y que no podía conocer totalmente a las personas por su físico o por lo que de ellas podía observar. Por ello creyó conveniente conocerlas por dentro. Esta difícil tarea ya tenía una solución: cogería los cuerpos e invertiría lo de dentro hacia fuera. Pero visto lo visto, también le defraudó.


Cuestión de nombre

No sabían qué era lo que había ocurrido, pero lo cierto es que después de buscar intensamente, eran las dos únicas personas en el planeta Tierra. Suerte que eran de sexo opuesto. Y constantemente vivían en una situación confusa, ya que aparentemente eran dos personas normales, pero una veía algo que el otro no podía. Uno de los dos estaba loco, eso está claro, ¿pero quién era? Imagínate su vida diaria. Demasiado cómica. Y decidieron solucionar el problema procreando, no por placer, sino para tener una segunda opinión.


Algo normal

Para él esto era algo normal, un hecho que se repetía diariamente varias veces al día desde que tenía unos dos años. Era algo subconsciente, impetuoso. Primero movía una pierna, y luego la otra. Y así constantemente, y durante largo rato. Izquierda y derecha, y después igual. Y así, de repente, y sin pensarlo, como quién no quiere la cosa. Y un pie, y otro pie, y después el contrario y después el contrario del contrario. Y sabía que no era nada raro, simplemente estaba andando.
ISABEL DELGADO
¿DORMIR? ¿MORIR? ¿SOÑAR?

Y desperté. Y miré a mi alrededor y me di cuenta de que estaba sola, que mis temores se hacían realidad. Sentí cómo la soledad me invadía y recorría cada parte de mi cuerpo, cómo todo lo que me rodeaba no tenía sentido, cómo mi vida carecía de objetivos, cómo todo me conducía a la nada, y pensé: ¿porqué despertar? ¿porqué no seguir soñando? Entonces lo único que me queda es dormir y soñar.
¿AMAR?

Amas, te amo. Piensas, te pienso. Sueñas, te sueño. ¿Me amas?
AZAHARA LEÓN
Aquella mañana estaba tan frustrada que decidí emprender aquel viaje que hace unos años tanto deseaba. Al iniciarlo comencé a sentir cosas extrañas, algo dentro de mí pasaba… yo me pregunté: ¿Qué es?Yo sentí que alguien me respondía en un instante: “soy yo, creo que aún estoy dentro de tu alma, nunca podrás olvidarme”.
Él era aquel hombre que iba todos los días por aquella calle tan apacible y desierta.Un día iba acompañado de su mujer cuya mujer padecía una leve enfermedad, ella cayó de repente y su marido se quedó aterrorizado por la situación en la que se encontraba, él le preguntó: ¿María que te pasa? Tengo que pedir ayuda! Salió por todas las calles, gritando desesperado… mientras ella estaba a punto de morir tirada en el suelo, el hombre llamado Jimmy se encontró con un médico y le acompañó pero al llegar al lugar, la mujer ya había muerto.
PILAR CASTELLANOS
LA GAMBERRADA

Los monaguillos veían perfectamente justificable haberle echado una dosis de cicuta al cura de su parroquia. Lo odiaban tanto que no les importaba que su alma se condenara al fuego eterno como tantas veces les dijo este. Por eso, cuando supieron que no había muerto aprendieron una lección valiosa:
No volverían a echarle una dosis de cicuta… ¡Le echarían dos ¡
YALIA BALLESTEROS
El suicidio de los recuerdos

Aquel día, aquella noche de completa locura, ya no había solución, no se podía volver atrás, era demasiado tarde para arrepentirse. Cogí la pistola y disparé. Adiós recuerdos siempre seréis recordados.

La esencia de la locura

Se adentró demasiado en el mundo de lo prohibido. Cuando despertó se encontraba sola en la penumbra de aquel manicomio. Viendo como tan solo por sus malos actos se había hundido en aquel mundo de sombras inexplicables.
LUÍS ALBERTO MARTÍNEZ BERMÚDEZ (II)
Odio positivo
Era un ejercicio de autoconciencia, algo subjetivo, cómo no. No le importaba lo que dijeran de él, lo negativo potenciaba su conducta. No necesitaba ser perfecto, no necesitaba que nadie le aprobara si él estaba conforme consigo mismo. Estaba plenamente convencido de que pasara lo que pasara no iba a traicionar sus ideales y sus formas de actuar. Cerró los puños y apretó los dientes, un gesto de rabia, nada de autocompasión. El juego aún no había acabado. La herida seguía abierta.
Anularse a sí mismo
Quería llevar su libertad hasta el punto más elevado y radical. Quería luchar contra todo: la familia, los amigos, el Estado, la naturaleza, su Dios si es que existía, y sobre todo contra sí mismo, contra sus sueños, aficiones, pasiones, ideales, principios, pensamientos. No aceptaba que cualquier fuerza o naturaleza exterior participara en aquello que a él más le pertenecía: su vida. Él era capaz de elegir tanto lo bueno como lo malo. Por ello, con un gran ejercicio de autovoluntad se adentró en la sencilla vereda de la autodestrucción.
La verdadera amistad
Tras meses de reflexión, se dio cuenta de que estaba solo. Estaba totalmente distanciado de su familia, no le quedaban amigos (si es que los tuvo), los compañeros de trabajo no eran nada para él. Ni siquiera su perro, el tabaco o los videojuegos. Tras discutir cuáles eran los principios de la amistad, descubrió que sólo se tenía a sí mismo. Se preguntaba si de verdad la gente conocía qué es la amistad, y estaba seguro de que los que lo supieran sentirían lo mismo que él. Se tenía a sí mismo, y nunca se traicionaría para conseguir un amigo.
El día después
Y me encontraba justo allí: a medio camino entre el sueño y la realidad. Perdido en el único lugar donde nadie que no fuera yo me podría encontrar. Extasiado por la droga más dura que existe: la locura. Y después de desprenderme involuntaria y forzosamente de este estado fantasioso, nada, ni siquiera el recuerdo, solo suciedad alrededor.
El pacto de los solos
¿Y ahora qué? Después de haber conseguido su objetivo qué hacer. Aguantar con resignación o
recordar lo magnífica que había sido la noche pasada, llena de pasión, fantasía, deseo, miedo irracional, un toque de amor, y hasta algo de comedia. Pero todo había acabado. ¿Cómo poner fin a algo que ni siquiera había empezado? Ah, sí. Lo mejor sería hacer un pacto, una alianza consuetudinaria firmada y puesta en algún lugar al que nadie pueda acceder. Una alianza que una ambos cuerpos repetidamente en el futuro.

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